domingo, 7 de junio de 2015

Eclesiastés: Capítulo 12

Y acuérdate de tu Creador
en los días de tu juventud,
antes que vengan los días malos
y que lleguen los años de los que dirás:
"No encuentro placer en ellos";
antes que se oscurezca el sol
y la luz, la luna y las estrellas,
y vuelvan las nubes después de la lluvia;
cuando tiemblen los guardianes de la casa
y se encorven los hombres fuertes
y cesen de moler las mujeres
porque son demasiado pocas
y se oscurezcan las que miran
por las ventanas,
y se cierren las puertas a la calle,
y se debilite el rumor del molino
y se calle la voz del ave
y desaparezcan las canciones;
cuando en las alturas haya temores
y en los caminos angustias;
y florezca el almendro,
y se haga pesada la langosta
y no tenga efecto la alcaparra,
porque el hombre se va a su morada de eternidad;
y las plañideras recorran la calle;
antes que se rompa el cordón de plata
y se quiebre la lámpara de oro,
y se haga pedazos el cántaro en la fuente,
y se rompa la polea del pozo,
y que el polvo se torne a la tierra
como era antes,
y que el espíritu se torne a Dios,
que le ha dado.
Vanidad de vanidades, dice el Cohelet,
y todo es vanidad.

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