Después de todo, todo ha sido nada, 
a pesar de que un día lo fue todo. 
Después de nada, o después de todo 
supe que todo no era más que nada. 
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!». 
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!». 
Ahora sé que la nada lo era todo, 
y todo era ceniza de la nada. 
No queda nada de lo que fue nada. 
(Era ilusión lo que creía todo 
y que, en definitiva, era la nada.) 
Qué más da que la nada fuera nada 
si más nada será, después de todo, 
después de tanto todo para nada.
 
 
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