Hoy, cuando este pequeño gato intruso de pelo azuloso,
estando yo en lo profundo de una meditación, ha trepado hasta mí, y
dando vueltas sobre mis piernas ha conseguido hallar su postura en mi
regazo y allí blandamente acomodado ha reclinado su cabeza con tanto
deleite, entornando somnolientamente sus ojos, y lo he sentido después
respirar su tibieza de criatura en el goce de saberse protegido y
disculpado en los brazos de un ser mayor, bebiendo para su noche de
placer la savia de mi despierta energía, he comprendido como nunca-¡y
que los hombres me perdonen!- los cantos de San Juan de la Cruz.
De Breviarium Vitae
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