(Observadas frecuentemente sobre los lagos Rydal y Grasmere) VED cómo los plumosos habitantes del agua, con tal gracia al moverse, que apenas se diría inferior a la angélica, prolongan su curioso placer. Describen en el aire (y a veces con volar osado, que se cierne hasta las mismas cumbres), un círculo más amplio que el lago, allá en lo hondo, su dominio; y en tanto que se aplican a trazar, una vez y otra vez, el gran círculo, su jubilosa actividad describe centenares de curvas y círculos menudos, ora abajo, ora arriba, en avance intrincado, pero seguro, como si guiase un espíritu su vuelo infatigable. Ya el juego terminó: así lo imaginé diez o más veces; pero, mira: la banda, desvanecida ya, vuelve a ascender. Se acercan. Rumorean sus alas, leves al pronto, y luego su enérgico batir pasa a mi vera y vuelve a oírse el rumor leve. Al sol invitan, para que juegue con sus plumas, y al agua o bien al hielo chispeante, que les muestren su bella imagen. Ellos mismos, sus bellas formas son en el luciente llano, con colores más suaves y hermosos, cuando bajan, casi rozándole... y luego alzan el vuelo de nuevo, con un súbito empuje presuroso, como si hicieran burla del lago y del reposo. |
sábado, 15 de agosto de 2015
William Wordsworth: Aves acuáticas
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